Ni memoria ni comprensión

No cesa el debate educativo sobre todo en torno al grave error de que a mayor dotación presupuestaria, mejor educación. Como si hincar codos dependiese de subvenciones. Hace unos meses el ABC entrevistó sobre estos asuntos a la académica Carme Riera. A la pregunta de cuándo se “jodió” (sic) la enseñanza en España, Riera respondió que “en el 82, con la Ley Maravall. Fue un auténtico desastre. Acabó con la memoria y se desterró algo tan básico y fundamental como comprender un texto y ser capaz de redactar con un mínimo de coherencia”.

 

Ello me recordó una conversación que sufrí hace años con un representante de la cultureta local que proclamaba la inutilidad de la memoria. Pues –decía– ya no hace falta aprender las tablas de multiplicar. ¿Para qué están las calculadoras? Y en cuanto a aprender textos, se trataba nada menos que de “pedagogía fascista”. Por contra, el que suscribe y otro delincuente intelectual de similar pelaje osamos lamentar que ya nadie conozca el Mío Cid, los versos de Manrique o Machado, las fábulas de Iriarte o la Canción del Pirata, referencias literarias que, aparte de ubicarnos en nuestra herencia cultural, son fuente de sabiduría y diversión. Como el neopedagogo pecó de insistente, hubo que acabar reclamando, para una recta formación espiritual de la juventud, el aprendizaje de los versos de Calderón sobre los tercios de Flandes, los de Ercilla sobre Lepanto y aquéllos por los que Quevedo daría hoy con sus huesos en la cárcel. 

 

El fenómeno no es exclusivo de España, sino general en Occidente desde que hace medio siglo se impusiera la obsesión igualitaria. Hace algunos años aparecieron en una vieja biblioteca francesa, tras un olvido de ocho décadas, miles de exámenes escolares realizados en los años 20. A algún malvado se le ocurrió repetirlos con alumnos de hoy. Los resultados en todas las materias fueron desoladores: lo que sabían los niños de 1920 era inalcanzable para sus nietos.

 

Pero hoy los niños saben navegar por Internet. Debe de ser eso lo que les convierte en la generación mejor preparada de la historia.

 

El Diario Montañés, 8 de mayo de 2014

 

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