Quiero ser inglés

Cuanto más lamentables se ponen los asuntos nacionales que nos ha tocado vivir, más ansía este juntaletras poder mutar en algo más digno o al menos más tranquilo. Por ejemplo, en ciudadano de una Inglaterra que en esta época de mundialismo forzoso todavía se atreve a reivindicar ser dueña de sí misma, ya sea manteniendo su moneda o planteando consultar a los ciudadanos si desean seguir siendo miembros de la UE. Algo imposible de imaginar en nuestra cateta y sumisa España, capaz de cualquier ignominia con tal de disfrutar del cada día más dudoso privilegio de ser considerada parte de un artificio europeo de estabilidad menguante.

 

A diferencia de los españoles, acomplejados y pusilánimes desde el presidente hasta el último ciudadano, las encuestas muestran que es creciente el número de ingleses partidarios de que los escoceses se larguen y les dejen en paz. Y en cuanto a Gibraltar, probable escenario del conflicto que, tarde o temprano, por imperativos religiosos, culturales y demográficos, acabará estallando entre las dos orillas del Mediterráneo, ¿a quién prefiere usted, sincero lector, como primera línea de defensa? ¿A un pueblo orgulloso de sí mismo y con medios y voluntad de defenderse o a la nación discutida y discutible?

 

Pero hay más cosas además de la política. Y mucho más serias y limpias. La Vaughan Williams Society, por ejemplo, explica en su página web que su objetivo es el homenaje y la difusión de una música “notable por su fuerza, nobleza y expresividad, representante de la esencia de lo inglés”. ¡Qué envidia! Es difícil imaginar un equivalente entre nosotros, además de que aquí nadie osaría reivindicar nada fuerte y noble y, mucho menos aún, que representara la esencia de lo español. Y quizá sea mejor así, porque nos arriesgaríamos a que alguien lo hiciera con Bisbal o la Pantoja. ¡Cuánto le debe el separatismo a este fenómeno! Y también al hecho de que mientras que los ingleses tienen a James Bond y sus cócteles mezclados, no agitados, aquí estemos condenados a Torrente y sus pajillas.

 

El Diario Montañés, 18 de julio de 2014

 

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