Buena parte de la izquierda es tan enemiga de España como los separatistas

 "Todos los presidentes españoles han roto el Estado de derecho"

 

Era el año 2004 cuando llegó a mis manos el libro Adiós España. Verdad y mentira de los nacionalismos, de Editorial Encuentro. Creo que me lo envió la propia editorial. Aquel libro premonitorio fue providencial para mí; porque era la ruptura de una línea historiográfica desde la izquierda para integrar a los separatismos en el espacio llamado progresista. Un oxímoron que no hay quien lo entienda.

 

Aquel libro fue el descubrimiento de que mis ideas no eran tan raras, y, además, tenían fundamento en las fuentes históricas, con lo que me entusiasmé con su lectura. Después se sucedieron los acontecimientos que nos abruman. Tiempo de ruptura, de independentismo sentimental. A Jesús Laínz le conocí por aquellas fechas y entablé una profunda amistad y sintonía intelectual, de tal manera que he participado en varias de las presentaciones de sus sucesivas obras. Su trabajo está fundamentado en una profunda investigación de fuentes primarias que hasta ahora nadie ha rebatido. Todos esos libros tienen como telón de fondo el derrumbe del edificio construido desde la transición por un nacionalismo montaraz, tergiversador de la realidad histórica y mentiroso hasta grados patológicos.

 

Jesús Laínz acaba de publicar El privilegio catalán, un libro  que contiene una exposición detallada y documentada de los intereses crematísticos que forman el telón de fondo del separatismo catalán desde sus orígenes en torno al Desastre del 98. Y desvela las causas que originaron las tendencias secesionistas de una región de España tan española como la que más.

 

Jesús, ¿qué ha cambiado en el panorama político desde aquel primer libro que publicaste, Adiós, España?

 

Pues nada más y nada menos que el epicentro del terremoto. En 2004, con el Plan Ibarretxe y ETA todavía activa, el problema separatista más grave y urgente era el vasco. Por eso dediqué el grueso de aquel libro al separatismo vasco. Hoy, por el contrario, con casi tres lustros más de lavado de cerebro masivo, la urgencia está en Cataluña, como es evidente. 

 

¿Cuál es la intención de fondo que ha motivado la escritura de este libro?

 

Responder al infame eslógan de “España nos roba”, ese último escalón en la estrategia independentista aprovechando la última y repentina crisis económica. Echando un vistazo a la historia, lo que salta a la vista es que la prosperidad de Cataluña se debe a su pertenencia a España. Y no sólo eso, sino que la burguesía catalana se ha beneficiado privilegiadamente de las políticas proteccionistas de los gobiernos españoles, sin excepción, desde que hace tres siglos llegaran al trono los pérfidos Borbones, esos supuestos enemigos de Cataluña.

 

Hay un párrafo en tu libro que para mí resume en pocas líneas el contenido fundamental del libro. Lo reproduzco: “No es casualidad que los separatismos, el catalán y el vasco, nacieran y comenzaran a desarrollarse en aquellos días [1898].  De haberse encontrado España en buena situación política y económica, ni se habría tendido interés en la separación ni se habrían elaborado excusas. La burguesía catalana, que tanto tenía que perder en Cuba y Filipinas, se había distinguido durante todo el siglo XIX por su apoyo incondicional a la política colonialista. E incluso en bastantes casos, como hemos visto más arriba, esclavista. Pero tras la derrota muchos creyeron ver en la separación, o al menos en una profunda descentralización, el remedio a sus problemas económicos”. ¿Crees que es así o te parece que hay que completarlo con alguna idea más?

 

El siglo negro de la historia de España es el XIX, cuyas facturas seguimos pagando los españoles del siglo XXI. En aquel momento arrancaron tanto el odio a España de los separatismos como la hispanofobia de la mayoría de la izquierda española. Sin esta pinza separatismos-izquierda no se puede entender la España del siglo XX, empezando por una guerra civil que los tuvo en el mismo bando y continuando en nuestros días, en los que buena parte de la izquierda (gracias a Dios, no toda) es tan enemiga de su propia nación, esa cosa “discutida y discutible”, como los separatistas. 

 

Cataluña ha tenido desde el siglo XVIII una posición privilegiada en España. ¿Cuál es el motivo de esta deriva hacia la locura que rompe cualquier expectativa de desarrollo futuro en esa región?

 

Evidentemente, el lavado de cerebro y envenenamiento de los corazones efectuado con admirable constancia por Convergència i Unió desde los tiempos del nefasto Jordi Pujol hasta nuestros días. Y con la complicidad destacada del PSC de los igualmente nefastos Maragall y Montilla. Y, por supuesto, con la delictiva y anticonstitucional actitud de unos gobernantes de la nación que, desde Suárez hasta Rajoy, han pactado con los separatistas y permitido la construcción de un régimen totalitario y mafioso en una parte de España. Bueno, de dos, pues no debemos olvidar el País Vasco, donde además hay que añadir el terrorismo etarra que ha regado España con la sangre de casi mil personas. Terrorismo que, por cierto –hay que recordarlo sin cesar–, fue un factor fundamental en el diseño del suicida Título VIII de la Constitución, causa de todos nuestros males actuales y redactado para satisfacer a unos separatistas vascos y catalanes que, evidentemente, siguieron con su plan de destrucción de España.

 

La burguesía catalana siempre ha mantenido posiciones nítidamente conservadoras. Tanto es así que eran exacerbadamente proteccionistas y celosos guardianes de los aranceles. Fueron los más férreos defensores del colonialismo, negándose a la más mínima autonomía de Cuba. Ello ocasionó una guerra que luego fue la excusa para que esos mismos burgueses renegaran de su españolidad. Pero también fueron unos exaltados defensores de las dos dictaduras conservadoras del siglo XX.  ¿A qué se debe, pues, ese empeño pertinaz en romper España y desligarse de ella? 

 

A que el dinero no tiene patria, y en el caso de la burguesía catalana es especialmente evidente. Cuando la casilla del negocio era el imperio español, a ella apostaron su dinero. Pero cuando dejó de serlo, cambiaron a la casilla del separatismo. Y cuando el terrorismo anarquista en los años 20 y la revolución marxista en el 36 amenazaron sus vidas y haciendas, fueron los más entusiastas partidarios de Primo de Rivera y de Franco.

 

¿Quiénes son los beneficiarios de esa estrategia aparentemente suicida?

 

Quienes creen que con una Cataluña independiente serán más ricos e influyentes en el nuevo Estado. A lo que hay que añadir el fanatismo identitario que ha calado en las masas, incluso en los recién llegados a Cataluña, que para camuflarse en la manada se han dejado contagiar por el odio contra su propia patria. De psiquiátrico.

 

En tu libro se recoge una frase pronunciada por Pujol en una entrevista con Fernández Ordoñez, el que fue ministro en la primera etapa constitucional: “La independencia es cuestión de futuro, de la generación de nuestros hijos. Por eso los de la actual generación tenemos que preparar el camino con tres asuntos básicos: el idioma, la bandera y la enseñanza”. ¿Qué tienes que comentar al respecto?

 

Que los principales responsables de la situación actual son, evidentemente, los separatistas con su campaña de mentiras y odio que ya lleva durando cuarenta años. Pero eso ha sido posible por la destrucción del Estado de Derecho por parte de los ministros y presidentes desde Adolfo Suárez hasta hoy. Han incumplido leyes y Constitución tanto como los separatistas.

 

Cataluña ha sido la región más industrializada de España, en buena parte debido al apoyo y privilegios concedidos por todos los gobiernos españoles, incluso durante el régimen franquista.

 

Yo diría que muy especialmente durante el régimen franquista. No hay que olvidar la destacada participación de Cambó y la Lliga Regionalista en pleno en el alzamiento del 18 de julio. Y la ingente participación de catalanes en los altos cargos ministeriales, políticos, diplomáticos e industriales del régimen. Empezando por los dos ministros catalanes en el gobierno de Burgos en 1936 y continuando por ministros tan importantes como Eduardo Aunós o Pedro Gual Villalbí, ministro sin cartera con la única función de representar los intereses de la oligarquía catalana en los consejos de ministros de Franco. Ninguna otra región gozó de tan alto privilegio. 

 

Si tuvieras que proponer una recomendación, consejo o idea a los catalanes, ¿qué les dirías?

 

Algo que no está al alcance de todos: que tengan dignidad, se salgan del rebaño, dejen de gritar y empiecen a informarse y pensar. 

 

Ernesto Ladrón de Guevara

La Tribuna del País Vasco, 6 de octubre de 2017