La nación falsificada de Jesús Laínz

“Yo tengo un amigo...”, ésa era la fórmula con la que empezaba siempre su crónica semanal un inefable escritor santanderino en un periódico local. A mí la fórmula me hacía alguna gracia al principio, pero luego acabó por resultarme tediosa, ridícula e incluso cargante. Sin embargo, hoy he decidido utilizarla para escribir estas líneas, pues se adecúa muy bien a lo que quiero contar.

 

Yo tengo un amigo que escribe. Para quienes sigan estos trabajos míos la noticia seguro que no les coge en absoluto desprevenidos, pues no han salido pocas veces (quizá demasiadas) referencias a dichos amigos y a sus trabajos más recientes y leídos por quien esto escribe. Pero este amigo al que hago expresa referencia ahora mismo, no escribe poesía, tampoco novelas o relatos, y no es un historiador profesional ni un profesor de la academia en cualquiera de sus muchas ramas, campos todos éstos por los que algunos de mis amigos escribientes deambulan pluma en mano y folio en blanco bajo el sobaco. No, mi amigo escribe ensayos, y ensayos que podríamos calificar sin rubor alguno como políticos, aunque estén construidos partiendo del análisis y conocimiento de la historia. A ver si me explico un poco mejor. Mi amigo escribe libros en los que la historia es un asunto central, pero en los que acaba siendo aún más importante la aplicación de lo expuesto, nacido siempre de lo histórico e historiográfico, a la política española actual.

 

Mi amigo, acabemos ya de una vez por todas con el pequeño enigma, se llama Jesús Laínz, y en el transcurso de los últimos cuatro años, si no llevo del todo mal las cuentas, ha publicado dos libros polémicos y de ventas nada despreciables: Adiós, España (2004, Ed. Encuentro, Madrid) y La nación falsificada (2006, Ed. Encuentro, Madrid).

 

En el primero, Jesús Laínz venía a señalar con ojo crítico el que probablemente sea el más extenso y sistematizado catálogo realizado hasta la fecha de las mentiras e invenciones de raíz histórica utilizadas y repetidas una y otra vez por buena parte de los nacionalismos vasco y catalán con objeto de construir un discurso y doctrina histórica que sustente sus postulados separatistas, victimistas e, incluso, racistas. Adiós, España fue un éxito de ventas, dentro de los márgenes que un texto de sus características puede alcanzar, y las críticas y opiniones en torno a la obra fueron de verdad elogiosas, destacando quizá dos que quisiera señalar aquí. Aleix Vidal-Quadras escribió en Cuadernos de pensamiento político: “Lainz ha intentado y llevado a buen término una empresa tan necesaria como inaplazable: la redacción de un completo y sistematizado compendio de las mentiras, fantasías y falsedades en los que los nacionalistas se han basado para construir ese artefacto irracional, destructivo y delirante que amenaza nuestro futuro y nos ha costado ya demasiada sangre inocente”. Y el historiador norteamericano Stanley G. Payne, en el prólogo a la cuarta edición, ha dejado escrito: “Adiós, España es el más completo compendio crítico o guía sobre la mayoría de estos problemas (nacionalismos) que haya aparecido nunca en un solo libro”.

 

Recientemente ha llegado a las librerías de casi toda España el volumen La nación falsificada (me cuentan que en las de Cataluña y el País Vasco no es nada fácil hacerse con él, y que los lectores de dichas comunidades solicitan el envío por correo del libro, como si de un material clandestino se tratase), trabajo en el que Laínz repasa la biografía de decenas de ilustres protagonistas de la historia de España nacidos vascos y catalanes: monarcas, escritores, militares, marinos, inventores, políticos, músicos, exploradores..., de esas dos Comunidades Autónomas del Estado presente, que en su día trabajaron y lucharon por la idea común de España.

 

Además, Jesús Laínz, ofrece un corajudo y documentado epílogo en el que vuelve a denunciar los excesos, tergiversaciones, mentiras, delirios e invenciones que trufan en buena medida muchos de los discursos históricos nacionalistas vasco y catalán. El epílogo lleva por título “La falsificación de la historia como arma política”, y francamente no tiene desperdicio. Para muestra, varios botones:

 

1-Escribió en 1923 el nacionalista catalán Campalans: “Yo afirmo y mantengo que, en lo que se refiere al espíritu nacional, los caracteres de España y Cataluña son totalmente opuestos. El de ellos es dominador, estático, soberbio, altivo, absolutista, reaccionario, triste, autoritario... Nuestro espíritu nacional, por el contrario, es abierto, dinámico, franco, democrático, liberal, avanzado, alegre y antiautoritario”.

 

2- El nacionalista vasco Estornés Lasa escribió en 1933: “Ni Vizcaya ni Guipúzcoa conocieron clases sociales, lo cual revela que la organización social, de todo el pueblo, se fundó en la igualdad... El pueblo vasco, cuyo origen desconoce la historia, y oculta en la noche de la primera edad de su mismo idioma, trajo a estas montañas la conciencia de su preclaro nacimiento y de su existencia gloriosa”.

 

3- Sabino Arana, teórico zarzuelero del racismo vasco: “Gran número de los maketos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad”.

 

4- Pompeyo Gener, teórico del nacionalismo catalán, publicó en 1887: “España mira hacia abajo. Lo que aquí priva son las degeneraciones de esos elementos inferiores importados del Asia y del África... Nosotros (catalanes), que somos indogermánicos de origen y de corazón, no podemos sufrir la preponderancia de tales elementos de razas inferiores”.

 

En fin, estas son sólo cuatro perlas de las centenares que han sido buscadas en el océano de la estupidez racista y nacionalista vasca y catalana, y que aparecen convenientemente engarzadas por Jesús Laínz a lo largo de este interesantísimo y alumbrador trabajo, en el que sí se echa en falta un “acabado” y “pulimentado” más profesional o académico, un acabado mejor rematado en cuestiones como la ausencia incomprensible de bibliografía, de un índice onomástico clarificador, y un aparato crítico y de notas mucho más abundante, pues en muchas ocasiones no se nos dice exactamente de dónde están extraídas las citas que, como las entresacadas, jalonan y documentan las muy trabajadas páginas escritas por Jesús Laínz.

 

Para terminar, además de recomendar la lectura, que también debe ser crítica y alerta de este asombroso libro, sólo subrayar la enorme capacidad de trabajo y el esfuerzo erudito realizados por el autor, un joven abogado y empresario santanderino que ha construido sus hasta ahora dos únicos, documentadísimos, bien escritos, precisos y voluminosos libros, robándole tiempo a su vida familiar y a su propio trabajo particular, y que me consta ha empleado durante muchos años horas y horas de lecturas, reflexión y análisis crítico y exigente.

 

Pero los resultados, pese a quien le pese, están ahí: Jesús Laínz, mi amigo Jesús, ha escrito dos trabajos de lectura ya obligada para cualquiera que quiera abordar, desde todo punto de vista o ideología, desde cualquier metodología o enfoque que se tercie, la cuestión nacionalista en la España contemporánea.

 

Juan Antonio González Fuentes

Ojos de Papel, 6 de febrero de 2007