Santander, capital prehistórica

Inteligente medida sería, para una ciudad que aspira a inteligente, promocionar la inteligencia. Y con el extraordinario patrimonio geológico y artístico que poseen las cavernas de Cantabria, muy poco inteligente sería desperdiciarlo, tanto por su vertiente científica como por la turística. Ubicar, por estos y otros motivos, el tan anhelado Museo de Prehistoria en el desocupado edificio del Banco de España sería uno de esos aciertos que las generaciones futuras seguirían agradeciendo a los gobernantes actuales.

 

El edificio no puede ser mejor. Y la ubicación, ni soñada: en pleno centro de Santander, en su plaza más elegante, junto a un aparcamiento subterráneo y en el primer paso que se encuentran los visitantes extranjeros al llegar a la ciudad por tierra, mar o aire. Los pasajeros del ferry no tendrían más que andar cien metros para darse de bruces con un deslumbrante museo que, aparte de su dimensión cultural, les ayudaría a encontrar su camino hacia las cuevas de toda la provincia. Y, de rebote, hacia todo lo demás.

 

Un museo de semejante categoría serviría para dar a conocer a propios y extraños el sin igual patrimonio prehistórico de una provincia horadada por cuevas magníficas, muchas de ellas decoradas con pinturas de importancia excepcional y fama mundial. Por otro lado, su contenido, de interés imperecedero, compensaría la escasa calidad de los museos santanderinos, tanto los presentes como, si Dios no lo remedia, que presumiblemente no lo remedie, los inmediatamente futuros.

 

Además, sería una magnífica oportunidad de inversión en beneficio de todos los ciudadanos, no sólo de los políticos, al revés de lo que planeó algún gobernante de la anterior legislatura regional-socialista al apresurarse a pedir tan magnífico edificio para ¿promover la cultura de la que era consejero?; no, ubicar allí su negociado y presumir de tan versallesca poltrona.

 

 

El Diario Montañés, 26 de septiembre de 2012