El patriotismo de los japoneses

Aunque es comprensible que en el país del fúrgol y el cotilleo estas cosas sin importancia pasen desapercibidas, en Japón siguen luchando casi dos meses después contra las terribles consecuencias del maremoto y el posterior accidente nuclear de Fukushima.

 

Lo que más llama la atención a la frivolidad occidental es el sacrificio de quienes exponen voluntariamente sus vidas para sofocar la amenaza radiactiva y la disciplina con la que todos los japoneses continúan llevando adelante su actividad diaria. Aunque es comprensible que en el país del botellón y los hechos diferenciales estas cosas suenen raro, eso se llama civismo y patriotismo, dos caras de una moneda que no circula por aquí. También podrían llamarse solidaridad y sentido comunitario de la nación. O, si se prefiere, respeto por los semejantes y por el Estado.

 

No es difícil imaginar la histeria, el egoísmo, la cobardía, la violencia y el caos que se desatarían por estos pagos si tuviéramos que enfrentarnos con la décima parte de lo sucedido en Japón.

 

Hace un siglo Hermann Keyserling advirtió que en asuntos de patriotismo los japoneses superaban en mucho a unos pueblos blancos que, por su individualismo, habían de desembocar necesariamente en el cosmopolitismo. 

 

“Imagine there’s no countries, it isn’t hard to do, nothing to kill or die for, and no religion too”. Nada hay tan claro como el himno universal que compusiera John Lennon y que cantan arrobados, al ritmo de las llamas de sus mecheros, millones de occidentales felices de participar en la más astuta exaltación del infierno.

 

Un siglo después, la cosecha recogida demuestra el aserto del filósofo báltico: el japonés es un pueblo unido por unos lazos fraternales que en el mundo occidental, con todas las excepciones que se quieran buscar, hace mucho que desaparecieron. Y lo poco que queda de ellos suele provocar risa cuando no rechazo. Y por lo que se refiere en concreto a esta piel de toro, fea cosa ésa del patriotismo desde que los ricos pudieron salvarse de ir a luchar a Cuba y Filipinas pagando para que otros no tan afortunados cubrieran sus huecos.

 

Página web de la Fundación DENAES, abril de 2011

 

 

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