Huelga y sociedad débil

Precisamente esta semana de la huelga general ha saltado a los medios la noticia sobre las limitaciones de horario que, como ya se ha hecho en otras regiones españolas, se pretenden imponer en Cantabria a las grandes superficies regentadas por chinos para evitar la competencia desleal con los comerciantes que no quieren o no pueden abrir los días festivos.

 

Aparte de que para los chinos los domingos no significan nada, los emigrantes de dicha nación no se han esparcido por los cinco continentes en busca de descanso, derechos, convenios colectivos, bajas y días festivos, sino de trabajo y supervivencia.

 

Los chinos no tienen la culpa de querer trabajar, como tampoco la tuvieron decenas de generaciones anteriores de españoles que no le hicieron ascos al pluriempleo si con él conseguían dar de comer a sus hijos. El problema radica en que mientras que los europeos en general, y los españoles en particular, hoy rebosantes de colesterol y derechos, se ven incapaces de enfrentarse a la vida con algo menos de esos privilegios y comodidades que todos daban por inamovibles e irrenunciables, los asiáticos están preparados para el trabajo, la austeridad y el sacrificio con los que están haciendo de su Continente y sus prolongaciones en el extranjero los nuevos amos del mundo. 

 

Sí, es cierto: ahora toca mencionar la tiranía política, los derechos pisoteados, las malas condiciones de vida, la explotación laboral, etc. Pero sobre ello habría que empezar preguntando a las empresas occidentales que se han llevado las fábricas de aquí para, aprovechándose de los salarios misérrimos de allá, ganar mucho más dinero, esa cosa que no entiende de patrias.

 

Y después habría que continuar recordando que, nos guste o no, el futuro siempre se ha ganado con esfuerzo y sufrimiento. ¿Se lo preguntamos a nuestros abuelos emigrantes?

 

El Diario Montañés, 30 de marzo de 2012