Hijos sí, maridos no

Diga lo que diga la incesante intoxicación mediática, el credo abortista no se basa en argumentos racionales, sino en unos pocos lugares comunes convertidos en mandamientos de la Santa Iglesia del Progresismo. Junto al dogma de la libertad de decisión de la mujer, el más importante consiste en la falacia de que estar a favor del aborto es propio de racionalistas y de que sus opositores parten siempre de indemostrables e intransferibles creencias metafísicas. La razón contra la Conferencia Episcopal.

 

Pero, en primer lugar, los antiabortistas llevan décadas empleando mil evidencias médicas y científicas en apoyo de sus tesis, evidencias que los abortistas menosprecian e intentan no mostrar, especialmente a las mujeres afectadas, para evitar dudas incómodas. Contra los razonamientos, eslóganes. Y contra los hechos, apelaciones a derechos.

 

Y, en segundo, frente a los meapilas que después son los primeros en cortar por lo sano el desliz de la nena para evitar el qué dirán, son muchos los ateos opuestos al aborto. Por ejemplo, el ateo y trotskista George Orwell consideraba que el feto depende de unos padres que no pueden eludir la responsabilidad de haberlo engendrado. Alejandro Otero, médico ateo y dirigente del PSOE durante la República, fue un ferviente antiabortista que echaba de su consulta a las mujeres que acudían con la pretensión de abortar. El ateo y comunista Pasolini declaró “estar traumatizado con la legalización del aborto, pues la considero una legalización del homicidio”. Por su parte, el eminente filósofo materialista Gustavo Bueno siempre ha dejado bien clara su consideración del aborto como un retroceso a la barbarie. Y en cuanto a la meliflua letanía abortista sobre la bondad de la evitación de hijos no deseados, se pregunta Bueno: “¿Qué le importa al feto, que tiene una vida propia y diferente de la de la madre, el no haber sido deseado por ella? ¿Acaso puede un hijo asesinar a sus padres porque no desea tenerlos?”.

 

¡Qué tiempos aquéllos en que la joven Pasionaria proclamaba “¡Hijos sí, maridos no!”. ¡Como ha decaído todo!

 

El Diario Montañés, 23 de enero de 2014

 

 

 

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