Por qué España está desquiciada

Secesionismos, nihilismo, resentimiento, desprecio por las víctimas, imposiciones lingüísticas, gamberrismo… Un cúmulo de situaciones que hoy están vigentes en nuestro país, según Jesús Laínz, y que comprometen grandemente el futuro común. El ensayista y columnista cántabro hace un repaso en España desquiciada (Ed. Encuentro) de ese montón de males, señalando con el dedo a sus causantes. 

 

Aun cuando la responsabilidad, en su opinión, aparezca muy repartida, como ocurre en el caso de los separatismos. “Arrastramos la situación desde hace 30 años. Los primeros responsables fueron los padres de la Constitución, que bajo la presión de los nacionalismos y de los etarras diseñaron un modelo de Estado que convenía a los nacionalistas, con un régimen hiperdescentralizado y un fuerte componente identitario. Alemania, por ejemplo, es un régimen federal que no tiene ese carácter identitario. Aquí, los constituyentes cometieron el error de dejar abierto el Título VIII y sus revisiones no han parado, siempre en sentido centrífugo. Y me pregunto si no puede ser al revés. ¿No sería lo justo que determinados asuntos, como la Educación o la Justicia, se centralizasen?”.

 

Tampoco han ayudado nada, en su opinión, los nacionalistas, “que siempre han visto el Estado de las autonomías como un paso hacia la secesión”, ni los propios partidos mayoritarios “que cuando lo han necesitado para adquirir cuotas de poder no han dudado en pactar con quien fuera”. Lo que ocurre es que, en ese reparto de culpa, “la de la izquierda es mayor, porque desde el término de la Guerra Civil ha practicado sistemáticamente la demolición teórica de la nación española, haciendo suyos los planteamientos de los nacionalistas. Todos han hecho concesiones políticas, pero la izquierda además ha sintonizado ideológicamente con ellos”. Lo que le parece raro a Laínz, toda vez que “la izquierda era internacionalista por definición. Ahora, cuando alguien quiere ser más de izquierdas se hace nacionalista, lo que a Marx y Lenin les hubiera parecido absurdo”. El problema, en opinión de Laínz, “es que han identificado la lucha contra España como parte de la lucha de clase: ahora se apuntan a cualquier nacionalismo que no sea el español. A cualquier microrregión se le reconocen derechos, pero se le niegan a la nación española, de la que dicen que es un concepto discutido y discutible”.

 

¿Y no sería ese un problema electoral con el que se enfrenta el PP y que le impedirá ganar las próximas elecciones? ¿No irá a parar el apoyo nacionalista en el Congreso al PSOE? No, según Laínz. “Rajoy va a encontrar respaldo, si lo necesitase, en el PNV y en CIU. Es cierto que para éstos siempre es mejor pactar con la izquierda, que es más fácil de convencer y manipular. Para ellos, Zapatero ha sido un regalo. Pero si gana Rajoy, no tendrán problema en ir de la mano con él, como tampoco lo tendría Rajoy en que esos sean sus compañeros”.

 

Progresismo y retroceso

 

Las tensiones con los nacionalistas no son el único problema, para Laínz, al que nos ha llevado el progresismo. “Muchas cosas que se tienen por progresistas son un regreso. Se entiende que el aborto es un derecho y a mí me parece un crimen. Se entiende que el igualitarismo en la educación es positivo cuando en realidad está destruyendo la educación. Lo normal sería poner la igualdad en el punto de partida y no en el de llegada; pero, para ellos, cualquiera, sea inteligente o no, sea trabajador o no, tiene derecho a pasar curso. Y la derecha ha sido incapaz de corregir ese gravísimo error, porque tiene el prejuicio de que toda medida tomada por la izquierda es irreversible. Al final, la derecha no es más que la izquierda con unos cuantos años de retraso, porque acaba por asumir sus planteamientos”. Ese sería también el caso del matrimonio homosexual: “Si Rajoy gana las elecciones, estoy seguro de que no se atreve a derogar la ley que les permite casarse”.

 

Y es que, según Laínz, “la derecha prefiere gobernar antes que defender sus ideales. Los partidos políticos, y el PP también, no son más que simples vehículos para colocar ministros. Ya no son plataformas que pretenden que unas ideas o valores triunfen en la sociedad, sino que sólo buscan el poder”. Y aunque Laínz afirma que “la derecha española juega siempre en el campo escogido por la izquierda” también es cierto lo contrario. Así, ningún partido parlamentario de izquierdas pretende ya acabar con el capitalismo. Lo que puede explicarse “porque, al demostrar el comunismo su inutilidad como régimen, ya nadie aboga por él”. Pero también por cambios peculiares. “El PSOE sigue exhibiéndose como el partido de la clase trabajadora, lo que es irreal. Hoy son tan capitalistas como la derecha; y son tan ricos como los del PP. Sus próceres, sus diputados y sus magnates de la prensa tienen tanto dinero como sus rivales. Por eso todos defienden económicamente lo mismo”.

 

Las transformaciones también han acontecido en una derecha “que ha seguido un proceso de hiperliberalización. En el franquismo se promulgó una legislación muy protectora del trabajador y se abogaba porque las empresas de servicios esenciales y de interés estratégico fuesen de titularidad estatal. A nadie se le hubiera ocurrido en toda Europa hace cuarenta años que la energía, la telefonía o los ferrocarriles podían estar en manos privadas. Ahora se aboga por lo contrario, y la derecha lo suscribe, dejando muchos de estos intereses estratégicos en manos extrañas. Lo que nos lleva a situaciones paradójicas: si hubiera una guerra con Francia, nos ganarían sólo con cortarnos la energía”.

 

Así, las cosas, Laínz no espera demasiado de la política. Pero tampoco de la sociedad civil: “El pueblo español ha hecho dejación de su responsabilidad. Mientras coma caliente y tenga dos coches, no le preocupa nada. Si hubiera un órdago nacionalista y se declarase la independencia de Cataluña y del País Vasco, le daría igual, siempre y cuando no le afectase a su bolsillo”.

 

Esteban Hernández, El Confidencial, 23 de enero de 2008