Adiós, España

Si yo fuese amigo de Patxi López, placer que no tengo, y por cualquier causa, un santo, por ejemplo, tuviera que hacerle un regalo, no lo dudaría: le regalaría el libro de Jesús Laínz, Adiós, España, que resume, como ninguno de cuantos hasta ahora han caído en mis manos, la verdad y la mentira de los nacionalismos, como reza en su subtítulo. 

 

Y como la longitud de esta columna es más bien corta, adelanto que la proporción de mentiras es infinitamente superior a la de verdad en ellos. No porque lo diga el autor, sino porque lo dice el caudal de datos fehacientes acumulados, que dan al libro una consistencia inapelable. Laínz lo divide en cuatro partes. La primera es rigurosamente histórica. Para que nadie pueda acusarle de omitir hechos importantes, arranca de la prehistoria y hace un barrido de lo ocurrido en los territorios vascos hasta el presente sin dejarse nada en el tintero: su situación en la Edad Media, su papel en la Moderna, las Guerras Carlistas, la Segunda República y la Guerra Civil. Son docientas ochenta páginas, un libro de por sí, de hechos irrebatibles. Conclusión: que la historia que nos cuentan y se cuentan los nacionalistas vascos no es historia. Es, en el mejor de los casos, leyenda. En el peor, manipulación, falsedad, mentira. 

 

España no “invadió” el País Vasco. Muchas vascos sí que invadieron el resto de España a lo largo de los siglos, aunque invadir no sea el verbo apropiado, tratándose de ciudadanos del mismo estado. Si hubo guerras en Euskadi, término mucho más moderno de lo que se intenta hacernos creer, fueron guerras entre vascos. Entre vascos liberales y vascos tradicionalistas. Partiendo la agresión siempre de éstos, como hoy parte de los nacionalistas contra los no nacionalistas, mucho más abiertos y defensores de los derechos individuales. En cuanto a la cuestión foral, no fue exclusivamente española. Se planteó en toda Europa con el nacimiento del Estado moderno. Lo que ocurrió fue que en los otros estados la resolvieron democráticamente, es decir, igualando a todos sus ciudadanos, mientras en España perduraron algunos de esos derechos anacrónicos, que aún hoy perturban nuestra convivencia y Europa sin duda terminará eliminando.

 

Me quedan sólo unas líneas para aludir a las otras tres partes del libro: “Otros mitos”, que aborda el de la raza, el de la lengua y el del territorio; “Los otros nacionalismos”, el catalán y el gallego, y “La España de hoy”, que analiza el Estado las Autonomías, el derecho a la autodeterminación, los derechos históricos, la responsabilidad del PNV y los nacionalismos ante la globalización, con el mismo rigor. Si Patxi López, después de leído este libro, siguiera adelante con su plan, habría que llegar a la conclusión de que no es un socialista, es un nacionalista. Por desgracia no hay muchas posibilidades de que lo lea. Pero eso no obsta para que lo leamos nosotros. Sobre todo, los líderes de su partido.

 

José María Carrascal

La Razón, 24 de marzo de 2005