El casoplón de la revolución

 

¡En pie todos unidos, famélica legión!

Llegó por fin el día de la revolución,

de demostrar gozoso mi nueva condición

de casta advenedizo, de nuevo ricachón.

 

Ya está la derechona a todo babear,

ésa que, cuando compra, es para especular.

¡Si al fin y al cabo sólo queremos comenzar

nuestro humilde proyecto de vida familiar!

 

Aquí no hay cabalgada sobre contradicción,

como lo enunciaría el cursi de Errejón.

Pues al capitalismo, sistema de opresión,

mejor se le combate en cómoda mansión.

 

Para vivir a tope, ¿acaso hay que ser facha?

¿El padrecito Stalin no veraneaba en dacha?

¿Por qué vivir estrecho, en ínfima covacha,

pudiendo hacerlo en finca con guarda y hasta chacha?

 

Con bosque, con jardines, con perros, con piscina,

con ricos, con burgueses, con gente de la fina.

No somos proletarios, sino izquierda divina,

y si alguien nos critica, es envidia cochina.

 

Unos se hacen ricachos con bonos de inversión,

otros de concejales o en el euromillón.

Pues yo, recolectando de votos un montón,

por los que he ido trepando hasta este casoplón.

 

Muchos de mis votantes acúsanme de infiel,

los de Vallecas, Parla o de Carabanchel.

No siendo clase baja, conserje ni bedel,

¿he de vivir en tribu como la Anna Gabriel?

 

Hay mucho pelagato que aspira a ser mi igual,

cual si tuvieran todos mi verbo doctoral,

mi ciencia, mi valía… ¡Error descomunal!

Yo estoy muy por encima: soy intelectual.

 

Quisiera trasladarme del cuchitril aquel,

que, visto en la distancia, paréceme un burdel,

a una mansión que tenga jacuzzi con dosel

y echarme en los gayumbos el cinco de Chanel.

 

Recuerdos a mi abuela, aquella que servía

a ricos opresores, y de eso malvivía.

Con ellos me codeo, de cóctels noche y día.

Y de mi pobre abuela dejadme que me ría.

 

Porque hacia la fortuna cogí el mejor atajo.

Mi abuela madrugaba; yo, en cambio, me relajo.

El nieto está hoy arriba; la abuela estaba abajo.

¡El de charlamentario es óptimo trabajo!

 

Éstas son las ventajas de la izquierda caviar:

vivimos en la sierra, aquí, en Galapagar;

sacamos brillo a escaño, que es de mucho cobrar.

La plebe, donde siempre: oír, ver y votar.

 

De ésta mi nueva vida confiésome entusiasta,

como la camarada, pues ella es la que gasta.

Jamás imaginamos ver junta tanta pasta

como ésta que amasamos luchando con la casta.

 

Así hacemos negocio la gente de la izquierda:

nombrando portavozas a las de nuestra cuerda

para que ni un centavo del sueldo se nos pierda.

Y a quienes les ofenda, se vayan a la mierda.

 

Mas nadie nos acuse de lengua de serpiente,

porque no somos casta, que somos de la gente,

no como los burgueses, esa clase indecente

que tengo por vecinos en el chalé de enfrente.

 

¡Contad siempre conmigo, paupérrimos votantes!

Pues nada en mí ha cambiado, sigo siendo el de antes.

Mi lucha es por los ninis, parados y currantes,

sin techo, desahuciados, mendigos e inmigrantes.

 

Que nadie tenga duda de que estoy entregado,

y cual Cristo me presto a ser crucificado,

para que pronto llegue el día tan ansiado

de nuestra dictadura, la del chaletariado.

 

¡Contamos con vosotras, famélicas legiones,

para por muchos años ganar muchos millones

gracias a vuestros votos en muchas elecciones!

Porque esto de ser pijos nos mola de cojones.