Fábula de la vaca y la mosca

 

Mil gracias sean dadas a Dolera,

vocera audaz del feminista nabo,

por visibilizar a España entera

a las doncellas que despliegan rabo

en la celebración titiritera.

 

Siempre es buena noticia que cualquiera

denuncie por escrito o vía oral

la dictadura facha, patriotera,

falócrata y heteropatriarcal

que impide progresar a nuestra era.

 

Sumarme a este jolgorio yo quisiera

con ésta mi pequeña aportación.

¡Qué mundo jubiloso nos espera

ahora que ya es libre la elección

de ser o macho o hembra o lo que fuera!

 

Llegose ya mi musa volandera

para soplarme en la derecha oreja

la fábula ejemplar y verdadera

sellada con muy sabia moraleja

que hay que memorizar a la primera.

 

Venid todos y todas a mi vera,

seáis todas y todos bienvenidos,

sentarvos bien, mancebos y mancebas,

que una fermosa historia yo vos digo 

para avivar las vuestras pensaderas.

 

Un rosa atardecer de primavera,

cuando los mirlos vuelven a sus nidos,

rumiaba una rumiante, placentera,

ajena a sensaciones y sonidos,

perdida su mirada en la pradera.

 

Habiendo olfateado a la lechera,

un díptero braquícero bialado

(vulgaris: una mosca cojonera)

habíase a su vez aposentado

en eso que se dice posadera.

 

Nuestra heroína diola a la primera

con un ligero toque del plumero,

lo que obligó a la negra picadera

a el vuelo alzar de aquel negro agujero

y salvación buscar rauda y ligera.

 

Posose más allá de la cadera,

a medias, ni en el culo ni en la frente,

pero menospreció lo largo que era

el rabo que cayó tan de repente

que la obligó a salir a la carrera. 

 

Geómetra avezada como era,

moviose al otro fin del espinazo,

al morro, do riose jaranera.

Pero un más que certero lengüetazo

finó con nuestra mosca cojonera.

 

He aquí la moraleja con que acabo:

cuando el vigor decae, flaquea y mengua,

seas varón o fémina con nabo,

habrás de terminar, sí, con la lengua

lo que acabar no puedas con el rabo.