Romancillo choricero

 

A un muchacho preocupado por la vida laboral 

un padre bien informado y atento a la actualidad 

sabiamente aconsejaba. Bien oiréis lo que dirá: 

 

“Hijo mío, eres un vago, una total nulidad, 

ni la chaqueta de un guardia te podría superar 

y una O con un canuto no podrías ni calcar. 

Pero no te desazones, pues podrías prosperar 

en el pujante mercado del chorizo nacional. 

Ya no merece la pena ni estudiar ni trabajar: 

aquí, más que el esforzado, prolifera el haragán. 

¡Fíjate si está extendida por doquier la enfermedad, 

que anda fuerte de embutidos hasta la Casa Real! 

Con un poco de pereza y un mucho de vanidad 

podrás ganarte la vida sin palo al agua pegar. 

Ni obligaciones ni horarios, ni exámenes ni estudiar: 

despreocúpate de eso y apúntate a concejal. 

Pues para ser camarero cien lenguas precisarás, 

pero para presidente aquí sirve el más gañán. 

Tan sólo habrás de apuntarte al partido tal o cual, 

no salirte de la foto y, en campaña electoral, 

repetir lo que te digan que el voto procurará. 

Son las cosas de las urnas, muy capaces de sacar 

lo mismo que a un hombre honrado a un cenutrio o un patán. 

Una vez apoltronado, a sestear y cobrar, 

pues no es público servicio sino un medio de trepar. 

Y con las gastonomías, ese chollo universal, 

más fácil se ha puesto todo, pues hay más donde trincar, 

y, salvo un par de excepciones que se podrían contar 

con los dedos de una mano y algún dedo sobrará, 

presos de sus apetitos de riqueza y vanidad, 

quienes viven sin gobierno se mueren por gobernar”.

 

Sabios consejos, sin duda, para la España actual. 

Legislatura tras otra el panorama es igual: 

está la Izquierda Suicida, el Partido Impopular 

y también los socialistos de la Expaña federal, 

y con el río revuelto ¡menuda pesca que harán 

todos los separatismos, el vasco y el catalán! 

(¡España nos roba!, dicen mientras roban sin parar). 

Y dentro de cuatro años, para así continuar, 

¡elijan sus embutidos y en fila india a votar!