Camaradas y camarados

–¡Un saludo solidario y revolucionario, camaradas y camarados!

 

Con tan cálidas palabras se dirigió a sus huestes el camarado Maduro durante el homenaje fúnebre a Hugo Chávez. Notable paso hacia la igualdad de la mujer, pensarán los utopistas empeñados en cambiar la realidad de las cosas mediante el cambio de los nombres que reciben. Porque, hoy como ayer, la clave de la redención social sigue siendo ese infinito afán de igualdad que sólo puede surgir del resentimiento. Para conseguir ese estado de igualdad ya no sirven ni revoluciones, ni la entrega de la propiedad de los medios de producción al proletariado, ni otros cantos de sirena con los que se embelesó –y ensangrentó– durante siglo y medio a muchos millones de personas. La herramienta actual, de mortífera eficacia, es eso que se llama corrección política, que esconde bajo una superficie poco más que anecdótica una voluntad bien definida de cambiar la sociedad mediante la mutación del pensamiento, el comportamiento y hasta el modo de hablar. Pues si hay que acabar con las diferencias, hay que empezar por impedir que puedan expresarse con palabras perniciosas. Sutil totalitarismo. 

 

Ya rompió el hielo Carmen Romero, esposa del por entonces presidento Felipe González, al añadir con un rotulador en el cartel anunciador de un congreso de parados: “y paradas”. Menos mal. ¡Banda de machistos! 

 

Otro caso de feliz recordación, esta vez con ZP, fue aquel Anteproyecto de ley sobre el acceso a las profesiones de abogado y procurador cuya disposición adicional 5ª rezaba:

 

“Las referencias hechas a abogados y procuradores en esta ley se entenderá que comprenden igualmente a abogadas y procuradoras”.

 

Magistral. Por no hablar de aquella miembra de inmarcesible recuerdo.

 

Así que tomen nota, camaradas y camarados: todos tenemos que ser obligatoriamente iguales e igualas. Pero no en oportunidades o ante la ley, sino en esencia. Y eso empieza por las palabras. Aunque para ello haya que hacer el idiota. Y el idioto.

 

El Diario Montañés, 24 de abril de 2013

 

 

 

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