Educación asiática

Todos conocemos, o al menos hemos oído mencionar, los estudios sobre los sistemas educativos occidentales en los que España, gracias a cuatro décadas de educación denominada progresista, es decir, obsesionada por la igualdad en vez de por la calidad, se harta de hacer el ridículo sin que parezca que el asunto vaya a tener pronto y duradero remedio dada la incapacidad de los partidos para ponerse de acuerdo. 

 

Pero también se realizan esos estudios en otras partes del mundo, lo que permite establecer aleccionadoras comparaciones. En los últimos años dichas comparaciones evidencian que los países asiáticos están teniendo mucho más éxito en estas lides que los europeos. Hasta a los comentaristas del llamado progresismo no les ha quedado más remedio que admitir que hay que buscar los motivos de dicho éxito educativo en los valores culturales tradicionales de aquellos países, inexistentes en esta Europa postcristiana, postmoderna, posteuropea y postmortem. En concreto se menciona el Confucianismo, que provoca altos niveles de autoexigencia del alumno y de respeto a la autoridad del profesor. La cuestión, por lo tanto, no es la política educativa, ni el dinero invertido en ella, ni el número de ordenadores por aula, ni los nuevos experimentos pedagógicos, sino los valores morales previos de la población. Además, otra de las características señaladas consiste en la disciplina y exigencia impuesta a los niños por sus familias. 

 

En resumen, que en los países asiáticos, en general, los jóvenes aprenden más y mejor porque la molicie está mal vista y la autoridad de padres y profesores se respeta. ¡Tan viejo como el mundo, aunque a nuestros desmemoriados voluntarios les suene raro! 

 

Si a esta superioridad educativa de Asia se le añade su extraordinario despegue económico, su sin igual potencia demográfica y su creciente peso político, financiero y militar, no hace falta ser adivino para percatarse del resultado de la suma: por el cuello del reloj de Occidente están cayendo sus últimos granos de arena. 

 

El Diario Montañés, 20 de diciembre de 2013

 

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