El franquismo sigue aquí

A mí me pilló poco tiempo y de niño, así que todo lo que sé de ello lo he leído o me lo han contado. 

 

Por ejemplo me contaron que el régimen franquista, para que la gente no se ocupara de asuntos políticos y no diera problemas, potenció muy astutamente el fútbol procurando que incluso saliese en la por entonces incipiente televisión para que no quedara limitado a los aficionados que iban a los estadios. El nacional-futbolismo, lo llamaba irónicamente la oposición al régimen. Treinta años después, la prensa deportiva es la más leída de España y nunca tuvieron el fútbol y demás deportes tantas horas de presencia en la televisión, incluso abriendo los telediarios. En cuanto a la utilización política del deporte, nunca se vieron tantas pancartas, banderas y símbolos políticos en los estadios, ni nunca dedicaron los políticos tanto tiempo y dinero a los asuntos de las selecciones nacionales. 

 

Durante el franquismo se sacralizaba, me contaron, lo que por entonces se llamaba la lengua del Imperio, dotándola de virtudes nacionalizadoras casi místicas y atribuyéndola una dimensión que iba más allá de lo lingüístico. Hoy hay quienes ponen los ojos en blanco cuando hablan de la lengua milenaria de nuestro pueblo, cuando repiten que sin euskera no hay nación vasca posible, o cuando declaran que la lengua de Verdaguer encarna una visión catalana del mundo

 

También me contaron que el régimen franquista impuso una educación en una lengua sin tener en cuenta la materna de los alumnos y la realidad sociolingüística de cada zona. Se potenciaba el uso de unas lenguas y se limitaba el de otras. Ibarretxe y Montilla (y antes de ellos, Pujol y Ardanza) siguen en ello impasible el ademán. 

 

La Guerra Civil era recordada por doquier, me contaron. Hoy lo llaman recuperación de la memoria histórica. Seguimos en ello, pues. Sin descanso. 

 

Voy por rutas imperiales, cantaban los niños de entonces. Por el Imperio hacia Dios era una consigna muy repetida. Sobre todo se reivindicaba Gibraltar, ese grano incómodo que no acababa de sanar. Hoy las reivindicaciones son más ambiciosas. Por el lado de los Països Catalans están Valencia, las Baleares y algún mordisco a Aragón, si se tercia. Por el lado vasco –donde saben un montón de esto de la territorialidad– va nada menos que Navarra, parte de Francia, Villaverde y Treviño. De momento. Y ahora también tenemos la simpática propuesta de anexión de tierras asturianas y leonesas por parte de Touriño y sus aliados suevos. Hemos mejorado. Antes era sólo el Peñón. Crecemos. Diversificamos. Esto marcha. 

 

Si, como me contaron, en esto consistía el franquismo, no me extraña que cuando el Destino hizo sonar su hora la resaca antifranquista fuese avasalladora.

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

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