¡Independentzia! ¡Agur euskera!

–Es curioso que el vascuence tenga tanta vitalidad mientras que el gaélico no se ha impuesto en Irlanda, ¿verdad? Y eso que consiguieron la independencia hace ya setenta años. Pero allí todo el mundo habla inglés –observó el anglosajón de visita en España.

 

–La vitalidad del vascuence es un espejismo. Se habla bastante menos de lo que la utilización gubernamental parece demostrar. Fíjese cómo en cualquier localidad vasca la señalización en vascuence es la administrativa (carteles, señales, etc.), mientras que la privada está casi totalmente en castellano. Hay bastante poco de espontaneidad y mucho de histerismo. En cuanto al gaélico, precisamente es la independencia por lo que ha desaparecido –contestó el español.

 

–¿Cómo? –preguntó aquél, extrañado.

 

–Todas las supuestas señas de identidad que se utilizan e inflan por motivos políticos pierden su sentido en el momento de la independencia. Ya no sirven como contraseña nacionalizadora ni como arma arrojadiza. Dejan de servir para, en jerga nacionalista, hacer país. Y por eso acaban desapareciendo. Lo mismo sucedería aquí en el hipotético caso de la independencia.

 

–Interesante. Pero eso quiere decir que no existe un verdadero interés hacia la lengua por parte de los nacionalistas, sino que es instrumental, lo que quizá sea demasiado decir.

 

–No es demasiado, no. La inmensa mayoría de los dirigentes nacionalistas, empezando por el propio Arana, hablaban castellano e ignoraban el vascuence. Muchos de ellos eran señoritos bilbaínos que despreciaban a los aldeanos al mismo tiempo que ensalzaban una lengua que no era la suya y se la pretendían imponer a los demás mientras procuraban que sus hijos aprendiesen inglés o francés, que son mucho más útiles. Y lo mismo sucede hoy.

 

–Pero, entonces –insistió el extranjero– ¿no hay vascos que hablan espontáneamente vascuence, sin que haya una motivación política detrás?

 

–Claro que los hay, y esperemos que lo sigan haciendo durante muchos siglos más, aunque no dejen de ser una minoría e incluso necesiten hablar la mayor parte del tiempo en castellano. Pero eso no tiene nada que ver con opciones políticas. Es más, muchos de los verdaderos vascófonos son marcadamente antinacionalistas, y no pocos son cargos electos de los partidos no nacionalistas, mientras que muchísimos de los nacionalistas no pasan del agur y el egunon.

 

–Es difícil de creer lo que me cuenta.

 

–Son docenas los políticos nacionalistas que no saben ni una palabra de vascuence y que, sin embargo, lo exigen en sus diputaciones, ayuntamientos y organismos para contratar a cualquiera. Y ahí tiene a Ibarretxe, que nunca supo una palabra de ello y que, para dar ejemplo, lo ha aprendido a marchas forzadas tras ser elegido. Lo cual no deja de ser meritorio.

 

–I can´t believe it!

 

–Pregúnteselo a su padre, que suele ir a verle al parlamento vasco. Tiene que ponerse auriculares cuando su políglota hijo, en la introducción a sus discursos, da unos pases mágicos en vascuence.

 

–My God!

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

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