Entre tanto desconcierto e incumplimiento del equipo de contables de Rajoy, se agradece la iniciativa del ministro Wert para enderezar una educación que lleva demasiadas décadas derrumbándose, desde la reforma de Villar Palasí hasta la puntilla zapateril pasando por la infausta LOGSE de Maravall y Solana.
Es lógico que se opongan a ella los nacionalistas de todo pelaje debido a la intención ministerial de aumentar la seriedad de los contenidos y disminuir el adoctrinamiento partidista. Pero a los cándidos y los desinformados la cerrazón socialista quizá les sorprenda. El abandono escolar, el bajísimo nivel de la formación, el desprestigio internacional del sistema educativo español, la masificación universitaria, el ineficaz derroche de medios y el desánimo de los profesores ¿no demuestran el fracaso de un sistema, diseñado por supuestos pedagogos saturados de utopías y vacíos de sabiduría, que ha conducido a la más igualitaria de las analfabetizaciones? Por no hablar de la patética obcecación en cacarear la letanía de la generación más preparada de la historia de España, feroz ironía que el masivo paro de una juventud llena de títulos inútiles basta para desmentir.
Corría el año 1991 cuando el entonces secretario de Estado de Educación, Alfredo Pérez Rubalcaba, inauguró el instituto de Viérnoles. Algunos profesores allí presentes le señalaron que la LOGSE empezaba a dar sus frutos: hornadas de chicos cada vez peor preparados debido al inexplicable deseo del gobierno socialista de igualar a todos por abajo. Rubalcaba respondió que “prefiero un país de ciudadanos iguales y mediocres aunque tengamos que sacrificar a los mejores, que un país dirigido por los señoritos de siempre”.
Aparte del grave error de identificar esfuerzo y valía con clasismo, es difícil resumir mejor la granja orwelliana. Tras décadas cuesta abajo, difícil será convencer a todo un país de que ahora toca volver a pedalear.
El Diario Montañés, 2 de octubre de 2012
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