Castro Valnera o el fracaso de Cantabria

Una nueva pesadilla (elemento dinamizador del turismo, lo barnizan los promotores) sobrevuela nuestras montañas. La víctima esta vez es Castro Valnera, en cuya cumbre nuestros arbitristas regionales quieren instalar un restaurante al que acceder en teleférico desde Vega de Pas. Disparatada iniciativa como la de instalar una estación de esquí en San Glorio o la anterior de construir un teleférico hasta Horcados Rojos para que las personas que no pudieran o no quisieran llegar caminando alcanzaran a contemplar la cara sur del Naranjo.

 

Cada día van quedando menos lugares fuera de la categoría de recurso explotable. Todo aquello de lo que no se pueda sacar dinero no merece consideración. Ni los más grandes bosques, ni las más altas cordilleras, ni los más cristalinos ríos pueden escapar al sacrificio en el altar del crecimiento económico perpetuo. Nada está a salvo porque nunca faltará quien vea en esos lugares una oportunidad de negocio. La naturaleza y el legado a las próximas generaciones no cuentan. Sólo importa saquearlo todo hoy. 

 

La excusa es perfecta: los más favorecidos serán algunos paisanos del lugar, quienes, picando billetes y sirviendo cafés, hallarán un empleo imposible de conseguir de otro modo. Pero confesar la imposibilidad de crear trabajo sin destruir el medio ambiente demuestra la senil impotencia, el tremendo fracaso de nuestra sociedad, incapaz de ponerse a idear, a investigar, a innovar, a arriesgar, a invertir, a producir; en suma, a trabajar. De ahí la necesidad de que acuda al rescate mamá Estado con su teta. Por no hablar del fracaso de nuestras instituciones, incapaces de gestionar sin destruir.

 

Además, todo ello es un inmenso fraude, pues, cuando la niebla lo permita, ¡menudo chasco se llevarán los que allí suban para descubrir un paisaje humeante de incendios y erizado de gigantes metálicos agitando sus aspas!

 

El Diario Montañés, 17 de mayo de 2012

 

 

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