Rebeldes sin causa

Eso de que la juventud esté obligada a rebelarse contra todo lo anterior porque de no hacerlo no sería verdaderamente joven es uno de los tópicos más característicos de nuestros cursis días. Pero lo que sí es cierto es que en muchos momentos de la historia la juventud se ha visto impulsada a protestar contra el orden recibido de sus mayores. Otra cosa es que le haya movido el buen sentido o la ceguera, cuestión muy discutible en cada circunstancia.

 

En sus extraordinarias memorias (El mundo de ayer) Stefan Zweig explicó cómo los jóvenes de principios del siglo XX, entre ellos él mismo, se lanzaron de cabeza a cualquier cuestionamiento del orden anterior –en arte, pensamiento, literatura, estética o política– por la sola virtud de su novedad y sin entrar a reflexionar sobre su bondad. Todo lo que fuera contrario al mundo que había desembocado en 1914 tenía presunción de veracidad. Por motivos similares gran parte de la juventud europea se alistó a los movimientos comunistas y fascistas como contestación a unos regímenes democráticos que habían demostrado su estancamiento e incapacidad.

 

Igualmente, tras 1945 a la juventud le tocó ir de antifascista primero y de antiamericana después, pues era lo que pitaba si uno quería presumir de rebelde. Y en la España franquista, la opción contestataria estaba clara: la izquierda. Pero tras la caída en 1976 del régimen de derecha autoritaria, que no fascista, esa moda se ha estancado y la juventud rebelde sigue presumiendo de resistir contra el fascismo y el franquismo muchas décadas después de desaparecidos ambos.

 

“Matar nazis no es un crimen, es un deporte”, “Contra el fascismo, contra la estupidez” y otros lemas similares adornan las camisetas de quienes no se dan cuenta de que al llevarlas están rebelándose contra algo que hace mucho que dejó de existir. ¡Fácil rebeldía!

 

En cuanto las circunstancias lo permiten, el "¡Vosotros fascistas sois los terroristas!" surge de las gargantas supuestamente rebeldes aunque en España todo el terrorismo del último medio siglo –salvo excepciones contadas con los dedos de la mano– haya sido de izquierdas.

 

Los cantautores que alzaron sus voces contra la dictadura franquista guardan estruendoso silencio sobre la dictadura de nuestros días, la de los nacionalismos, que no sólo oprimen con su asfixiante control ideológico, social, académico y lingüístico, sino también con las bombas y los tiros en la nuca. Y los que van de progres y rebeldes no se rebelan contra la opresión de verdad, la de los nacionalismos, sino contra una imaginada, la de España.

 

Así que, queridos y rebeldísimos jóvenes, muy especialmente los vascos y catalanes, a ver si vamos espabilando y empezamos a darnos cuenta de por dónde soplan los vientos de la opresión.

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

 

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