Sabino en la Tierra Media

El imaginario mundo modelado por el lingüista inglés J. R. R. Tolkien en los años 50 es una de las creaciones más originales y potentes del siglo XX, y su eco y ejemplo en escritores posteriores del género aún no se ha acallado. La extraordinaria fuerza creativa del profesor oxoniense dio a luz todo un mundo inexistente, la Tierra Media, poblado de razas inexistentes (hobbits, orcos, trasgos, elfos, ents), con una historia inexistente, que hablan lenguas inexistentes y se llaman con nombres inexistentes. El apasionante mundo tolkieniano, inspirado en la mitología y la épica de los pueblos celtas y germanos, ha subyugado a lo largo de medio siglo a millones de lectores de todo el mundo, que han adaptado y recreado sus hechos y personajes con múltiples fines. Las Sociedades Tolkien se distribuyen por todo el mundo, se han organizado campamentos-hobbit, se han cocinado cenas-hobbit, se han construido casas al estilo hobbit, las páginas y chats en Internet se cuentan por docenas...; incluso ha habido quien ha aprendido el Sindarin, la lengua élfica inventada por Tolkien con todo su vocabulario y gramática.

 

Pero, sin ánimo alguno de eliminar un ápice del mérito del escritor británico, se hace necesario recordar la figura de otro creador genial que se adelantó medio siglo a Tolkien en la invención de todo un mundo imaginario, y que ha sido injustamente olvidado. Nos referimos, naturalmente, a Sabino Arana. Pues este autor español también creó un mundo en su imaginación, al que dotó de todos los elementos para que fuese creíble.

 

La nación surgida de su fantasía tiene un nombre inventado (Euskadi) simbolizada por una bandera inventada (la ikurriña); una nación con una historia inventada, con enemigos inventados (los españoles); un mundo poblado por una raza inexistente (los del rh negativo) enfrentados con criaturas maléficas (los maketos); que hablan una lengua inventada (el batúa), con ortografía inventada (llena de kas, txes y otros elementos nunca antes utilizados en vascuence), abarrotada de neologismos (muchos de ellos, de los más conocidos: batzoki, aberri, abertzale, azkatasuna o ikurriña) que la hacen incomprensible para un verdadero vascohablante; y que se llaman con nombres inventados (Kepa, Koldo, Erlaitz, Urko...).

 

Siguiendo la estela de Sabino, sus seguidores llevan un siglo jugando a ser nación e inventándose toda la parafernalia que lo rodea (ritos, símbolos, lenguaje, cargos). Como unos niños jugando a los médicos: tú vas a ser presidente, para lo cual nos inventamos la palabra lehendakari; presidirás un gobierno, pero como un gobierno vasco no puede llamarse como los demás, se denominará jaurlaritza; y la policía que dependerá de ese gobierno no se llamará policía, sino ertzantza. Y así hasta los más pequeños detalles.

 

En fin, todo un mundo nacido en la imaginación de Sabino y construido en laboratorio por sus seguidores en un derroche de imaginación y farsa. Y con una enorme diferencia respecto del mundo tolkieniano, pues Sabino y sus seguidores han conseguido que una parte muy importante de los vascos hayan tomado todo este admirable esfuerzo creativo por real.

 

¡Gloria al precursor!

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

 

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