El antojo de la autodeterminación

Según las encuestas, parece ser que tres de cada cuatro catalanes reclaman un referendo de autodeterminación. Curiosa reclamación, viniendo de Cataluña, la principal metrópoli industrial de España, de un recurso que estableció la ONU hace sesenta años para permitir a las colonias afroasiáticas separarse de sus metrópolis europeas. Además, dado que la llamada construcción nacional de Cataluña implica la destrucción nacional de España, ¿no parece razonable que todos los ciudadanos españoles, no sólo los catalanes, tendrán algo que decir?

 

Por otro lado, la Constitución Española deja bien claro que la soberanía nacional reside en el pueblo español, no en tal o cual fragmento territorial. Y no sería honrado olvidar que para dicha Constitución los hoy anticonstitucionales convergentes pidieron el SÍ. Y que fue aprobada en Cataluña por un abrumador 90,4% de votos, porcentaje superior, por cierto, al de regiones como Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla-León, Valencia o la pérfida Madrid.

 

Es de suponer que la negación de dicho derecho autoatribuido les parecerá una ofensa, pero es comprensible que a muchos catalanes les resulte difícil sacudirse la inercia del rebaño y arrancar a pensar para contrarrestar de repente cuatro décadas de lavado de cerebro sabiamente perpetrado por los nacionalistas ante las bobaliconas miradas de un gobierno español detrás de otro.

 

Pero ya que tanto les gusta buscar referencias en el extranjero, quizá fuese conveniente recordar el modélico referendo de autodeterminación que organizó Lincoln cuando algunos estados quisieron separarse. O, para venirnos más cerca, a unos escoceses cuyos furores secesionistas de los últimos años se han desplomado en unas semanas, según encuestas recientes, debido al profundo motivo del renovado ardor patriótico provocado por los éxitos deportivos del equipo olímpico británico. ¿Resultará al final que esto de la autodeterminación consiste en montar y desmontar Estados a urnazos según el antojo de cada día? 

 

El Diario Montañés, 17 de octubre de 2012

 

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