Por un patriotismo aconstitucional

Sé que se me van a enfadar algunos de mis amigos del denominado movimiento constitucionalista vasco, pero qué le vamos a hacer.

 

Eso del patriotismo constitucional y de la Constitución de 1978 como únicos valores a defender frente a quienes pretenden hacer saltar España por los aires, es una de las más brillantes tonterías de la historia del pensamiento aunque la defiendan personas de la indudable solvencia intelectual de Fernando Savater.

 

Pretender que a la fe patriótica de los separatismos se le va a poder vencer enfrentándole una aséptica y gélida idea basada en la mera existencia de un texto legal, demuestra que hay quienes no han comprendido nada. ¿Lo único en lo que consiste España es la Constitución de 1978? ¿Lo único que nos une a los españoles es la sujeción a un mismo Código Penal o la común obligación de pagar impuestos a Hacienda? ¿España es tan sólo, como han dicho algunos, un espacio de derechos? ¿No es España una comunidad humana nacida y unida por siglos de historia? ¿No existen vínculos culturales y afectivos que explican y demuestran el hecho nacional español? ¿No es España un inmenso legado que merece ser conservado?

 

Confundir España con un ordenamiento jurídico vigente en un momento dado es como considerar que una comunidad de vecinos es los estatutos en los que se establece el régimen de toma de decisiones sobre los asuntos comunitarios, las convocatorias de reunión, el quórum y el cambio periódico de jefe de escalera. Pero los vecinos viven en los pisos, en la urbanización, en la comunidad, no en los estatutos que la regulan.

 

–Es que las identidades son malas –se nos explica–. Fíjense en los problemas que nos dan las obsesiones etnicistas de los nacionalismos periféricos.

 

Cierto. Pero es que dan esos problemas por ser mentira. La pretendida existencia de las naciones vasca y catalana es el producto de una descomunal falsificación. Pero la española es verdad. Eche un vistazo a la historia y le saltará a los ojos. No hay que atacar a las falsas construcciones identitarias por ser identitarias sino por ser falsas.

 

No hay más que ver la risa que les provoca a los nacionalistas lo del patriotismo constitucional. Arzalluz se desternillaba de la ocurrencia hace un par de años y se preguntaba si acaso a los españoles se les había quedado anticuado el caballo de Santiago y la Virgen del Pilar y ahora pretendían modernizarse poniéndole un piercing en el ombligo.

 

Y una pregunta final: ¿a qué se aferrará el denominado movimiento constitucionalista cuando la Constitución haya sido reformada –vía directa o estatutaria– en el sentido pretendido por los nacionalistas y su aliado Zapatero? Sin Constitución, ¿qué quedará como única realidad y referencia?

 

España. Y sin adjetivos.

 

Artículo publicado durante la primera legislatura zapateriana, entre 2004 y 2008, e incluido en España desquiciada

 

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