¿Quién roba a quién?

Ciertas ideas es mejor callarlas para evitar que los demás se den cuenta de lo idiota o lo canalla que es uno. Ése es el caso del famoso España nos roba, último escalón del separatismo que ha convertido últimamente a unos cuantos millones de catalanes en expertos contables. Pregunta clave: ¿por qué los madrileños, principales pagadores, no denuncian el robo y exigen la independencia? La respuesta, en las aulas y los medios de comunicación catalanes.  

 

El recurso a la comparación de ingresos e impuestos no puede ser más falaz, empezando porque los impuestos los pagan las personas, no los territorios. Según la lógica nacionalista, ¿no podrían decir también los barceloneses que Lérida nos roba? ¿Y los de Pedralbes, que Ciutat Meridiana nos roba? ¿Y por qué limitarse al criterio territorial? ¿Qué tal, por ejemplo, el del nivel de renta? Así, los que ganen más de 4.000 euros al mes podrían protestar porque los que ganan 1.000 euros al mes nos roban. Y los que trabajan, porque los parados nos roban.

 

Coincidencia cósmica: a pocos días de la publicación de las cuentas públicas que desmienten la falacia, el molt honorable Jordi Pujol, acorralado por las pruebas, pide perdón por el error de haber defraudado al fisco –es decir, robado a todos los españoles– durante cuatro décadas. Pero defraudar al fisco no es un error, sino un delito. ¿Se aplicará la ley sin contemplaciones, como sucedería inevitablemente con cualquier españolito de a pie? ¿Estará España comenzando a ser, efectivamente, un Estado de Derecho? ¿Se enmendará la injusticia cometida hace treinta años, cuando se archivaron las investigaciones sobre Pujol y el ABC de Ansón denunció “la torpe maniobra del gobierno socialista para erosionar el prestigio” del que acabaría siendo distinguido por dicho periódico con el título de Español del Año en 1984?

 

Moraleja: durante un cuarto de siglo Cataluña, la falsamente expoliada por España, ha estado gobernada por un delincuente fiscal fundador del partido propagador de la falacia expoliadora. 

 

¡Ah, la cartera, eso que se oculta bajo la bandera!

 

El Diario Montañés, 31 de julio de 2014